“La atención es la principal virtud realista”, decía Emilio Komar. En efecto, la atención -el oído abierto, el ojo aguzado, los cinco sentidos alertas- es la única respuesta adecuada del hombre a la realidad. Las cosas, en efecto, tienen algo que decirnos: en ellas se esconden verdades que todavía no sabemos. Y ante alguien que sabe más -un maestro- la conducta que corresponde es una sola: el silencio y la atención. Por eso, por ejemplo, lo primero que exige Dios de su pueblo es la atención, porque Él sabe y quiere enseñar: “Escucha, Israel…” (Dt 6, 4). El mundo, por ser creación –mensaje- de Dios, está preñado de sentido, de luz y de fuego y se muestra ansioso de manifestar ese tesoro: logos para nuestro entendimiento y valor para nuestra afectividad. La actitud que conviene, entonces, es la atención.
Sólo a la luz de esto se puede ponderar la gravedad que tienen la desatención y la insensibilidad: actitudes o estados con los que a menudo somos demasiado indulgentes. De hecho, no todos los insensibles -esos que perdieron la profundidad de la mirada- llegan a tales por mera dejadez. Hay quienes adhieren a una insensibilidad programática: el caso paradigmático es el de los estoicos (soportar “estoicamente”, decimos), pero este ideal está también muy presente en las espiritualidades orientales, hoy tan de moda también entre nosotros. Los estoicos, una escuela filosófica griega de la última antigüedad, fomentaban la “a-taraxia”, la imperturbabilidad ante las circunstancias de la vida, como la del peñón que resiste impertérrito los violentos embates con que el mar lo castiga. (Vale la pena aclarar, no obstante, que estos pensadores enseñaron muhas otras cosas y muy valiosas: aquí permítasenos el simplismo de llamar, en adelante, "estoicismo" a la búsqueda de independencia afectiva de la realidad, a la actitud que prefiere no prestarle mucha atención a la realidad -personas y cosas- para no dejsarse afectar por ella).
Sólo a la luz de esto se puede ponderar la gravedad que tienen la desatención y la insensibilidad: actitudes o estados con los que a menudo somos demasiado indulgentes. De hecho, no todos los insensibles -esos que perdieron la profundidad de la mirada- llegan a tales por mera dejadez. Hay quienes adhieren a una insensibilidad programática: el caso paradigmático es el de los estoicos (soportar “estoicamente”, decimos), pero este ideal está también muy presente en las espiritualidades orientales, hoy tan de moda también entre nosotros. Los estoicos, una escuela filosófica griega de la última antigüedad, fomentaban la “a-taraxia”, la imperturbabilidad ante las circunstancias de la vida, como la del peñón que resiste impertérrito los violentos embates con que el mar lo castiga. (Vale la pena aclarar, no obstante, que estos pensadores enseñaron muhas otras cosas y muy valiosas: aquí permítasenos el simplismo de llamar, en adelante, "estoicismo" a la búsqueda de independencia afectiva de la realidad, a la actitud que prefiere no prestarle mucha atención a la realidad -personas y cosas- para no dejsarse afectar por ella).
Explícito o no, el estoicismo como actitud ante lo real es muy común en el hombre y se hace presente de muchas maneras en la historia del pensamiento. ¿Por qué? Se trata, en el fondo, de un mecanismo de defensa muy entendible. La realidad, una vez conocida, “gustada” realmente en su profundidad y riqueza, compromete también afectivamente, como dice otra vez Komar: “Donde se descubrió el sentido, aparece la fuerza atractiva del valor”[1]
La ruptura de nuestra indiferencia y el compromiso afectivo son, de hecho, la contraprueba del conocimiento: si la cosa no llegó al corazón, no “tocó el nervio”, quiere decir que no la conocimos profundamente.
Ahora bien, todo amor hace vulnerable. El amor conlleva siempre, como negativo, el temor de perder lo amado. De ahí la expresión de San Agustín “el temor es amor que huye”[2]. Y de hecho, muchas veces el temor se ve confirmado porque algo nos separa del objeto amado. Entonces, el desgarro afectivo es tremendo: nuestro corazón padece la tristeza con la misma intensidad con que había amado lo ahora perdido. Y el corazón, como ofendido, nos pide con voces lastimeras: “no me hagan sufrir más”, y se cierra con doble llave y candado. ¿Para qué enamorarse si agazapado tras el fuego vacuo del amor nos espera este terrible desgarro de la tristeza? Esta actitud -que es entendible tras un desengaño amoroso o tras la muerte del amado- si persiste en el tiempo y se vuelve un plan de vida se torna, a fin de cuentas, una patología.
Y eso es precisamente lo que propone el estoico: mejor vivir de tal manera que nada nos afecte: ni lo bueno, ni lo malo.
El amor es el "afecto primordial": sin él no hay ni tristezas ni alegrías.[3] Efectivamente, si no amáramos nada tampoco temeríamos nada, aunque eso se pague sacrificando también alegrías intensas. No importa: sin alegría ni tristeza, viviremos imperturbables, sin sobresaltos.
Esta actitud es profundamente inhumana. Buscar así la impasibilidad es ejercer una violenta represión del corazón, del espíritu.
La ruptura de nuestra indiferencia y el compromiso afectivo son, de hecho, la contraprueba del conocimiento: si la cosa no llegó al corazón, no “tocó el nervio”, quiere decir que no la conocimos profundamente.
Ahora bien, todo amor hace vulnerable. El amor conlleva siempre, como negativo, el temor de perder lo amado. De ahí la expresión de San Agustín “el temor es amor que huye”[2]. Y de hecho, muchas veces el temor se ve confirmado porque algo nos separa del objeto amado. Entonces, el desgarro afectivo es tremendo: nuestro corazón padece la tristeza con la misma intensidad con que había amado lo ahora perdido. Y el corazón, como ofendido, nos pide con voces lastimeras: “no me hagan sufrir más”, y se cierra con doble llave y candado. ¿Para qué enamorarse si agazapado tras el fuego vacuo del amor nos espera este terrible desgarro de la tristeza? Esta actitud -que es entendible tras un desengaño amoroso o tras la muerte del amado- si persiste en el tiempo y se vuelve un plan de vida se torna, a fin de cuentas, una patología.
Y eso es precisamente lo que propone el estoico: mejor vivir de tal manera que nada nos afecte: ni lo bueno, ni lo malo.
El amor es el "afecto primordial": sin él no hay ni tristezas ni alegrías.[3] Efectivamente, si no amáramos nada tampoco temeríamos nada, aunque eso se pague sacrificando también alegrías intensas. No importa: sin alegría ni tristeza, viviremos imperturbables, sin sobresaltos.
Esta actitud es profundamente inhumana. Buscar así la impasibilidad es ejercer una violenta represión del corazón, del espíritu.
La actitud más conforme a nuestra naturaleza es la que señala, en una conocida oración, la Madre Teresa de Calcuta: “Ser honesto y franco te hace vulnerable. ¡Sé honesto y franco de todos modos!” Parafraseándola podríamos decir: “El amor te hace vulnerable. ¡Ama de todos modos!”
Por eso creo que lo más categórico contra la actitud estoica ante la vida está dicho en esta frase de Oscar Wilde: “Lo más terrible [de haber estado preso] no es que nos rompa el corazón –los corazones están hechos para romperse- sino que convierta nuestro corazón en una piedra.” [4]
Es mucho más terrible –por más deshumanizante- el endurecimiento del corazón provocado por un dolor intenso que el dolor en sí mismo considerado: “los corazones están hechos para romperse”.
Es mucho más terrible –por más deshumanizante- el endurecimiento del corazón provocado por un dolor intenso que el dolor en sí mismo considerado: “los corazones están hechos para romperse”.
El estoicismo, en última instancia, intenta apagar en el hombre lo que el hombre es: un ser espiritual con vocación al amor. Esto no es inocuo: no es posible ir de frente contra la naturaleza del hombre sin mucha violencia y mucho daño.
Lo que dice Wilde es, a fin de cuentas, lo mismo que nos enseña la fe cristiana. Aunque parezca que no, nuestro corazón está hecho para "romperse", para "partirse" en el amor. Dios nos promete, en el libro de Ezequiel, que "tranformará nuestros corazones de piedra en corazones de carne". ¡A veces pienso que esta profecía debería meternos miedo! Convertirá nuestro corazón "estoico" e imperturbable en un corazón "cristiano" y vulnerable... Es el Espíritu Santo quien realiza este milagro "antiestoico". Y lo hizo de manera perfecta en el corazón de un hombre que es por eso el Hombre perfecto: Jesús. Él con su "sagrado corazón" nos muestra otro ideal: no se puede vivir sin dar la vida.
En cada Misa, y sobre todo en estos días previos a Pentecostés, le pedimos a Dios que nos dé ese mismo Espíritu con que llenó a Jesús, para que "por Cristo, con él, y en él" aprendamos la alegría de tener un corazón como el Pan: partido para dar vida.
[1] Emilio Komar. Orden y Misterio, Emecé Editores-Fundación Fraternitas, Buenos Aires, 1996. p. 130.
[2] Citado por Josef PIEPER. Las virtudes fundamentales, Rialp (Madrid), p. 23
[3] “El amor es el principio de todas las operaciones apetitivas. Quitado éste, en efecto, no habría ni gozo –en el caso de que alguien consiguiera algo que no ama- ni tristeza –si se le impidiera tener algo que no ama-. Si se eliminara el amor, también se eliminarían todas las operaciones apetitivas, pues todas se alguna manera están referidas a la tristeza y al gozo”. SANTO TOMÁS DE AQUINO, De Rationibus Fidei, Gladius (Buenos Aires), 2005, p. 24.
[4] Oscar WILDE. “Vita nuova”, en Selected Prose, Methuen, Londres, 1914, p.143.
18 comentarios:
Christian, tu observación es genial; sin dudas, si muchos más tuviesemos tus ojos para ver hechos cotidianos de nuestra realidad, nuestra propia vida y la de los otros sería tan distinta! Gracias por estás chispas que encienden fuegos. Si bien tuve una educación católica, ya no comparto tu fé; pero me gusta arrimarme a tu fuego, para cuando el mio precisa un "re-avive". Un beso, Cris M
Epa! No es tan malo el estoicismo! Yo lo tengo en gran estima. El cristianismo supo aprovecharlo para la fe, y Quevedo hasta dice que es una doctrina basada en el libro de Job.
Creo que hay que darle un lugarcito...
Te dejo la cita de Quevedo:
http://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Quevedo/Quevedo-Doctrina-Estoica.htm
El comentario lo borré yo. No es mi intención generar polémica ni nada parecido, asi que dejo solo mi primer comentario.
Ioannes:
Mea culpa. Soy un BURRO acerca de los estoicos. Como no creí encontrarme a nadie de su secta -filosófica- me atreví a meterme con ellos rotulándolos con todo simplismo y desparpajo.
Lo que hago es aislar un aspecto de todas sus enseñanzas -la ataraxia- y darle a ella el nombre de "estoicismo". Pero soy consciente de que el estoicismo es much o más que la ataraxia. Pero me da pie para esto el uso vulgar -al que me remito- del adjetivo "estoico".
Veré la manera de hacer´más explícito mi abuso.
Le agradezco sus comentarios, ya que sabrá que la aparición de este nuevo articulillo se debe directamente a su "pedido" (y como vengo con el tanque vacío tuve que recauchutar un texto filosófico viejo, y encorsetarlo un poco a este nuevo mi estilo de escribir y de pensar...)
Un abrazo estoico,
CD
Jaja. No, buenísimo.
Es que viste como es este negocio, como la realidad es analógica, en un aspecto el estoicismo es de terror, pero en otro por ahi es muy bueno. Por eso, hasta se podría escribir, sin contradicción, otro post que sea "El milagro estoico" mostrando esta otra cara.
Ayer me puse a escribir un cuentito sobre un cristiano estoico, muy pobre, olvidado del mundo, que el único consuelo que tiene es la Esperanza de la Fe. Manteniendose impasible ante los golpes de la vida áspera, reza y pide a Dios que no lo suelte, que no lo deje disiparse en el vicio ni ceder a las lisonjas del mundo.
Él resiste. Porque su orgullo es que el Señor lo cuente en el número de sus elegidos, o al menos, esa es su esperanza.
Casos como esos hay miles. Los santos anónimos. Nadie los ve, pero ahí están, manteniendo el mundo vivo, porque se ganan el cariño de Dios.
Pero bueno, al fin la noche me ganó a mi y el cuentito quedó en la nada. Pero sirvió de ejercicio.
Querid@ Cris M:
Gracias por pasar esta tranquera: que no compartas ya la fe en el Dios de Dios y Ayacucho no te hace menos bienvenid@.
Me alegro de que estas palabritas puedan ser de provecho; para eso están, a fin de cuentas.
Entrá cuando quieras y gracias por el comentario.
Gracias Ioannes por tus comentarios:
Toy de acuerdo en no condenar al estoicismo en bloque, pero dtodos modos, no compro el tema de la "impasibilidad".
Nosotros tenemos que mirar a Cristo: a las tribulaciones de la vida tenemos que encararlas como él, y él no fue impasible: tanto no lo fue, que cuando se habla de "la" Pasión, sin más, se hace referencia a su Pasión. La perseverancia de Jesús, su "paciencia" y su fidelidad en medio de los dolores de la Cruz vinieron de su amor y de su confianza, las únicas actitudes que hacen posible animarse a estar tan expuesto, tan destrozado: las que hacen posible el milagro de que el dolor no le endureciera el corazón, sino que lo mantuviera en "carne viva" -sea para seguir mirando con amor, perdonando, sea para expresar su infinito dolor "¡Dios mío, ¿por qué me has abandonado?!". Jesús estaba seguro de que valía la pena seguir amando hasta el final, que el Padre le garantizaba la validez de ese amor. Intuía con certeza que "el amor puede más que lo que pasa"...
Dos cosas:
1) El estoico no huye del dolor. No es epicureo. Lo ve como parte necesaria de la vida. La cuestión es que no se deja arrastrar por las pasiones. No busca el placer tampoco. Vive, pero vive bien profundo: Nada te turbe, nada te espante, dice Santa Teresa.
El estoico no es pasional, padece la vida en carne viva. Pelea para poder padecer sin ser derribado. La primacía de la razón sobre las pasiones.
Para llegar a padecer lo que Cristo, hay que ser muy dueño de sí. Cristo padece, soporta la Pasión.
2) El estoico goza de la virtud. Pero no puede haber virtud esquivando el dolor. La virtud se logra viviendo, no apartado.
Leamos a Quevedo:
Santo Tomás, doctor angélico, y con él todos, condenan esta insensibilidad católicamente, sin que pueda ser lícita alguna respuesta. Yo, para mostrar que no se me ha causado la afición con los Estoicos, confesando ser hoy herejía afirmarlo, y error en la antigüedad, como lo prueban todos, me esforzaré a interpretarlos. Ellos dicen que no se han de sentir algunos afectos, y esto enseñan y esto mandan. Persuádome que algunos, por la palabra sentir, entendieron dejar vencer de los afectos, puesto que de sentirlos nacen las virtudes, como la clemencia, piedad y conmiseración, y de vencerse de ellos procede la pusilanimidad para poder producir las virtudes. No es cortesía descaminada entender bien lo que dijeron algunos de aquellos que encaminaron todas sus acciones al bien; muchas cosas los debemos, débannos una.
Ojo, no digo que el estoicismo es la "posta", ni soy estoico yo. Simplemente me uno a Quevedo en que tiene mucho rescatable.
Gracias Cristián! ..."hay fuegos que arden la vida con tantas ganas que uno no puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende"... por eso, ya hace rato que aprovechando que la tranquera de "Dios y Ayacucho" estaba abierta, me acerqué al fuego... (pasa que ahora "formalmente" "nos dimos la mano").
Un beso y un abrazo, Cris M
Querido Ioannes:
Acepto tus correcciones, y de hecho, ya enmendé un poco el texto. No sé NADA del estoicismo, así que no estoy en condiciones de siquiera entrar en el debate, ofrecido cada vez con más altura. Es iluminadora la interpretación de Quevedo.
A veces, como pasa con tantos autores cuando uno los estudia a fondo y descubre su "intención profunda", las palabras que ellos acuñan o enseñan acaban desmadrándose y dan un mensaje que no era el que sus inventores buscaban. Acaso haya ocurrido eso con "a-taraxia", que etimológicamente no tiene demasiadas vueltas, es "imperturbabilidad" o sinónimos. La "Wirkungsgeschichte", la "historia de los efectos" de esa doctrina quiso que al estoicismo en el nivel popular y pedestre (en que me hañllo) se lo identificara un poco con esto.
Por lo demás, me gustó tu referencia cristológica "Cristo tenía que ser muy dueño de sí mismo para padecer lo que padeció"... Siempre me gusta pensar que Cristo no pudo encarar su "hora" -según el Evangelio de Juan- hasta no estar muy seguro de quién era: de dónde venía, a dónde iba. Por eso creo que es el comienzo solemne del capítulo 13 que empieza: "Sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos, y que de Dios venía y a Dios volvía, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo, etc." Con estas certezas -qué certezas, qué seguridades- en el corazón, Jesús se entrega a su "hora".
Bueno, Ioannes. Gracias por las aclaraciones y mea culpa por la ligereza filosófica. Creo que la moraleja es que no debo dejarme presionar para publicar articulillos así nomás...
Pero no son correcciones! Por lo menos no era la idea. Porque como decís vos bien, esa es la forma en que entiende el estoicismo el hombre común. Yo simplemente quería agregar que el estoicismo tiene todo un lado muy positivo a rescatar... Fijate que la influencia está hasta en San Francisco de Sales!
Ya tendré yo mi blog para que te vengues! jaaj
Un abrazo!
Asumo una actitud estoica ante tanta corrección filosófica. Desvío mi atención primaria (y bien primate) para estar ATENTA a lo que sucede en mi entorno, a cambiar el corazón de piedra por uno de carne, aunque a veces duela; y a intentar amar hasta dar la vida. En los grandes-pequeños actos de amor de la vida cotidiana. ¡Qué hermosa preparación y deseos para acompañar la llegada del Espíritu Santo!
Feliz, activa y atenta espera amigo!
Leí esta entrada como tres veces todas muy provechosas. Pensé en opinar en cada una y me contuve, ahora veo que han profundizado un poco la cuestión en los comentarios.
Me abstengo de comentar porque no tengo en claro qué pienso. En cualquier caso, da mucho que pensar.
Particularmente, rescato la cita de Ezequiel del corazón de piedra. Se puede estructurar todo un exámen de conciencia sobre esa base.
Respetos.
Natalio
Alicia:
Gracias por tu comentario, siempre presente.
Ioannes:
No tiene nada de malo que sean correcciones, las acepto gustoso. Y confieso que cada vez que veo el nombre celeste Ioannes hago clic para ver si ya está el blog... Lo espero con ansias.
Natalio:
Gracias por su comentario. Coincido con Ud. en lo de Ezequiel. Ese texto -y este tema en gral.- me parecen importantísimos y muy lindos (como difíciles). Será por eso que vuelvo a ellos (para Navidad hablé de lo mesmo), pero creo que siempre vale la pena... Por lo menos a mí, es un tema que por más claro que lo tenga en la cabeza es muy difícil decantarlo a la vida de cada día...
Celebro su último articulillo que abre la ventana y mete un poco de aire en su blog (venía con demasiado incienso tal vez). Disculpe mi retirada pero la cosa venía tan profunda y sutil que me requería mucho tiempo seguir a ese trote. Ya volveremos.
Gracias Cristian (y ioannes por estas reflecciones). Cada tanto, cuando el tiempo me lo permite, visito tu blog.
A juzgar por el primer parrrafo crei que el tema iba a ser la atencion, algo que en estos tiempos de distracciones continuas de la vida moderna, potenciado por todos estos gadgets, el internet, los blackberrys, etc. nos impide que nos enfoquemos en los temas importantes y trascendentes, ni que hablar de la oracion.
El cristianismo ha tomado mucho del estoicismo que el modernismo rechaza.El hombre moderno es mas bien un epicureo.
Bueno quizas puedas hacer en el futuro una reflexion sobre el tema de la atencion (del latin tender a algo, disponer de los sentidos y la mente para enterarse de algo que ocurre en su presencia)que hoy por hoy es un tema critico y esta en un estado pauperrimo. Muy dificilmente Santo Tomas hubiese podido escribir la Summa Teologica de haber estado distraido con los blackberrys, celulares, el internet.
Un cordial saludo,
Christian, acá http://tollers.jack.googlepages.com/etvoil%C3%A0! encontrarás algo más sobre la "atención", mirada desde otro punto de vista. Interesante, creo.
Me refiero al artículo "ojo al Cristo que es de vidrio"
Sdos.
Nadie.
Estimado Rex (¿o debería decirle Su Majestad?):
Gracias por su comentario. Su observación percata el forzado viraje del articulillo, que en efecto está sacado de una monografía que hice acerca de la atención, pero que después modifiqué a la hora de publicarla aquí.
Para otro momento de apuro quizá puedo poner algo sobre la atención. Lo tendré en cuenta.
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