Ayer, 21 de diciembre, corría en mi barrio de Virreyes un vientito fresco y agradable. Sin embargo, hacia el mediodía el día se puso pesado... Muy pesado.
Al principio, los comentarios en cada esquina: que estaban cerrando todas las tiendas de cerca de la estación, que iba a haber un saqueo como el de Bariloche, que estaban robando en el "Carrefour". Y las caras se ponían ansiosas, unas, de miedo; otras, de curiosidad.
La pantalla de la televisión, siempre lejana, empezó a mostrar los carteles celestes de nuestro municipio, los colectivos de nuestras calles, y la violencia de nuestro barrio. Unos pocos policías intentaban disuadir a varias decenas de jóvenes encapuchados que tiraban un diluvio de piedras para copar el supermercado Carrefour de la ruta 202.
Después, empezaban a caer al teléfono, como otros cascotes, los mensajes y las llamadas dando o pidiendo más información.
Después de una siesta imposible de dormir, decidí salir con la bicicleta a la calle. Grupos de chicas pasaban, muy orondas, con los brazos llenos de mercadería: "¡muy bien, las felicito!", se me ocurrió decirles, con indignación en los ojos. Unos vecinos me advirtieron que tuviera cuidado con los autos, que andaban como locos; un 371 lleno de ojos muy abiertos en las ventanas pasó por mi calle, escapado de la avenida Avellaneda, sumida en el caos. Estaban saqueando masivamente el supermercado chino.
Me aventuré unas cuadras más para el fondo. Las motos pasaban a las disparadas, llevando gente con mochilas llenas, y hacían un viaje, dos viajes, tres viajes... "¿Vio, padre, lo que está pasando?" - pregunta retóricamente una adolescente, indignada. Grupos de jóvenes pasaban a los gritos, casi corriendo, con carritos llenos de carbón y cerveza. "¿Vamo a saquear, padre?" -ensayó un chico enancado a una de las motos, como un chiste de mal gusto. Decenas de vecinos, parados en sus casas, miraban el panorama, ciertamente más entretenido que el de los programas de la media tarde. "¡Mirá lo que rescaté!" -mostraba uno su oprobioso trofeo, mientras volvía a su casa, con dos o tres compañeros.
De pronto pasó lo que temía: reconocí a una señora, que volvía con sus dos hijos de nueve y once años, todos con las manos llenas de bolsas de supermercado, con la misma normalidad que si volvieran de hacer las compras un día cualquiera. Tenían que pararse cada tanto para reacomodar su triste mercancía. El mayor de sus hijos recibió de mis manos la primera comunión el año pasado; ella recibe permanentemente ayuda de Cáritas... Pasó y me miró, sin decirme nada. Después, la alcancé con la bicicleta, la miré a los ojos, y le dije: "¡Qué vergüenza!
Uno pasó en otra moto "recargada" y me saludó "¡Padre!" como un día cualquiera. Me fui de ahí después de escuchar unos estruendos y de notar que mis ojos empezaban a picarme de una manera extrañísima: en Avellaneda habían tirado gases lacrimógenos. La policía había llegado, después de por lo menos tres horas de saqueo.
A la noche, recorrimos la avenida. Vidrios rotos, piedras, basura... Una tristeza densa quedaba en el aire, enrareciendo la noche, que estaba como ajena a todo, fresca y estrellada. Algunos comerciantes podían contar cómo habían logrado defenderse de los atacantes, mientras soldadores reparaban las cortinas metálicas destrozadas. Cada uno de los propietarios montaba guardia frente a su local, dispuesto a pasar la noche entera como un granadero defendiendo la fuente de su trabajo y el fruto de décadas de esfuerzo. Otros electrocutaban las rejas de sus kioskos, para amedrentar a los aprovechadores nocturnos.
Una grúa municipal se llevaba, entre los comentarios jocosos de varios chismosos, el auto destrozado del chino dueño del mercado. Muchos dicen que su dueño se suicidó, otros que lo mataron...
María, la jovencita paraguaya que atiende día a día en una carnicería que despojaron incluso de la balanza y de la góndola, tenía la mirada perdida, cansada de llorar, incapaz de digerir no sólo su seguro desempleo, sino el haber visto entrar a los vecinos de siempre, los mismos que la saludan todos los días, los que piden fiado, a aprovecharse y sacar lo que podían...
Tristeza, vergüenza ajena, vergüenza propia, bronca, indignación...
En medio de la corrida de la tarde, por una de esas calles, sentí un grito, una voz solitaria que se destacaba del ruido de las motos que desfilaban cargadas de desvergüenza. Interrumpí el diálogo que tenía con uno de los vecinos, y busqué con la mirada. Al rayo del sol, un señor no tan joven gritaba su ristra de ajos y su bolsita de limones, mientras seguía caminando, caminando... ¿Desde dónde vendría? ¿Cuántas horas al día pasaría tratando de sacar esos poquísimos pesos? Ese vendedor ambulante me cambió la tarde. A medida que se perdía hacia el fondo, igual que el sol, su figura me pareció agigantarse. Él era el otro Virreyes, tan o más numeroso que el del miserable saqueo. El de tantos varones y mujeres que saben en carne propia lo que es haber tenido hambre, aquí o en el medio del campo, y que no por eso han tocado jamás algo ajeno. Tras las huellas de ese señor, siguiendo su voz, me pareció que se ponían de pie tantísimas personas de nuestro mismo barrio que por pobres que sean o hayan sido, no han perdido jamás su honestidad. Y la ristra de ajos alrededor de su cuello se me antojó un silencioso galardón de honradez, una elocuente distinción de la dignidad de los pobres. Y pensé, algo aliviado, que mientras la bajeza humana rompía y robaba en la avenida, la dignidad seguía andando por las calles de mi barrio.
12 comentarios:
Muy emocionante, en todo sentido, tu relato, Cristián. No mucho más que decir. Ojalá te aparezca algún vecino de esos en la confesión...
Parece increíble pero es cierto.
En lo posible, ¡feliz Navidad!
Un saludo desde España, aquí las cosas tampoco están nada bien
Es la mejor crónica que leí sobre el tema, Cris, un maestro. Felíz Navidad, que él va a volver a nacer en nuestros corazones y en los suyos.
ESPECTACULAR Cris, tu descripcion es fuera de serie,besos! Goldie
Hay un límite que es muy sútil,y siempre pienso lo mismo.Robar está mal,saquear al vecino , al conocido , a la gente del mismo barrio es de una miseria impresionante.
Pero yo me pregunto¿ antes de esto, qué oportunidades tuvieron los saqueadores de acceder a los valores tales como la honestidad a la que hacés referencia? ¿hablamos de educación? hablamos de valores que se viven en las familias ya fragmentadas y en las escuela que tiene un grado de deserción altísimo ? ¿Hablamos de un gobierno que nos lleva por el camino del thanatos ?¿Tienen garantizados sus derechos básicos ,a la vivienda ,a la salud a la educación a tener una familia?
Ni por un momento estoy justificando esta aberración , simplemente creo que nada ocurre porque sí.La violencia se vive de muchas formas y no dejo de condenarla bajo ninguna circunstancia .Pero creo que también hay algo de lo no mostrado en la sociedad que también pesa.
Creo anónimo que la mejor respuesta a tus dudas, la da el vendedor ambulante con su ristra de ajos y su bolsita de limones.
Cris, tremendo tu relato. Esa mañana cuando salí en bici al colegio el aire se sentía distinto, ya había un aire raro, no se si era lo q había pasado en Bariloche el día anterior, pero el barrio se movía distinto...y tal como decís los propios vecinos que hasta el día anterior compraban, esa misma mañana saqueaban... Gracias por tu crónica.
Cris, tremendo tu relato. Esa mañana cuando salí en bici al colegio el aire se sentía distinto, ya había un aire raro, no se si era lo q había pasado en Bariloche el día anterior, pero el barrio se movía distinto...y tal como decís los propios vecinos que hasta el día anterior compraban, esa misma mañana saqueaban... Gracias por tu crónica.
Gracias , Cris por ayudarnos a reflexionar ! Y por mostrarnos esa mirada tuya tan profunda y tan bien expresada .
Es extraño que ningún medio haya comentado algo, acerca del suicidio del dueño del supermercado chino. Por mi parte, estuve por la tarde frente al Carrefour de la 202 y me pareció algo raro que un grupo de gente congregada, aseguraba que Cristina había intimado al supermercado para que abra la puertas y permita a la gente retirar comida de manera pacífica.
Realista, Padre, su reflexión. En el campo no estamos acostumbrados a ver estas cosas... por ahora. Aunque en mi casa, en el medio del campo, nada lujosa, techo de chapa a dos aguas, ladrillo a la vista, rodeada por fresnos, pinos, casuarinas, eucaliptos, acacios y olmos me entraron "amigos de lo ajeno". No tenían hambre, no obstante me comieron un chorizo seco y me tomaron unos tragos de Fernet. No tenían hambre, se llevaron algunas reliquias de mis antepasados, de poco valor comercial y mucho emotivo: un sable de caballería, unas espuelas nazarenas, un facón caronero y un mate brasilero que me ragalaron los milicos de la Policía de Maldonado, Uruguay... entre otras cosas.
Quedó claro: no saquean ni roban por HAMBRE, ese HAMBRE que sí padecen otras regiones del mundo, menos nuestro país y que no podemos satisfacer porque el Gobierno actual (Cristina Kirchenr, Guillermo Moreno, etc) no quiere "porque no se le da la gana y porque al campo hay que ponerlo de rodillas".
Quedó patente: no saquean ni roban porque no encuentran trabajo. Trabajo sobra. Necesito otra persona en el campo. Respuesta: "No, Don Wence, con los planes ¿vió? me alcanza..."
Saquean y roban porque otros con nombre y apellido están saqueando y robándose la Patria, sin que ningún "patriota" los denuncie, por el contrario los dejan...
Como católico, Padre, me decepciona y entristece que ni siquiera nuestros Pastores los DENUNCIEN CON NOMBRE Y APELLIDO, sino sólo con generalidades y lugares comunes. Y no me diga que no hay pruebas: pues, como decimos los abogados, los robos y saqueos "oficiales" son de "PÚBLICO Y NOTORIO" pues son firmados por Cristina Kirchner, Amado Boudou, Axel Kicillof, Guillermo Moreno...
No se enoje, Padre, pero tengo la certeza que nuestros Pastores morirán santos... pero ninguno mártir. Todos "buenas personas, pero ninguno se juega".
Y llegué al colmo de desear y orar para que los británicos, con la excusa de las Falklands o USA con la excusa del mamarracho iraní-argentino "nos pongan en vereda". Dios lo quiera, aunque de la manera menos cruenta.
Una abrazo en Xto.
Wenceslao Rosso Picot
Zona Rural Mones Cazón
Pehuajó - Pcia. Bs. As.
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