Hay pasajes del evangelio en que de manera privilegiada uno puede como asomarse a las profundidades del corazón de Jesús. La primera escena del capítulo tres de Marcos tiene, en este sentido, una densidad especial.
Jesús está en medio de los agitados días de su predicación en Galilea, y tal vez por trabajar mucho y descansar poco viene un tanto cansado. Acaso por eso nuestro Señor está un poco menos tolerante y, ante una nueva jugada de los fariseos, reacciona vivamente, dejándonos ver sus sentimientos al desnudo.
En efecto, Jesús acababa de darles pacientemente a los fariseos la justificación bíblica de por qué sus discípulos podían arrancar espigas en día sábado, y él, "Señor también del sábado" (Mc 2, 28) les había recordado que "el sábado estaba hecho para el hombre y no el hombre para el sábado" (2, 27). Por eso no puede creer que ese mismo día, al entrar en la sinagoga, vuelvan a preguntarle -"para acusarlo" (Mc 3, 2)- si iba a curar a un hombre que allí había, que tenía la mano seca.
Jesús, antes de contestar nada a sus acusadores, se dirige al hombre enfermo: "levántate [y ven] al medio" (3, 3). Sólo entonces les habla a los de la sinagoga, y les pregunta si en sábado se puede hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla. Mas como los fariseos sabían de memoria qué no se podía realizar, pero no qué sí se podía hacer, se quedaron callados. (En todo el pasaje hay una insistente alusión a la positiva realización activa del bien, contra la "sequedad de la mano" que impide hacer cualquier cosa, y contra la "dureza del corazón" que estanca en la pasividad de una ideología religiosa estéril).
El Señor se subleva ante este silencio, y los mira "con ira", y a la vez "entristecido por la dureza de sus corazones".
"Mirándolos con ira" (3, 5). La palabra que usa el evangelista ("orgé") es la misma que los profetas usan siempre para designar la "ira" o "cólera" de Dios, que se desatará en el terrible "día del Señor". ¿Qué es lo que provoca esta "cólera" de Jesús?
Jesús no puede soportar que la Ley de Dios se haya vuelto un obstáculo para la salvación del hombre, en lugar de ser la "alegría del corazón" (Sal 18, 9). En efecto, cuando el Deuteronomio habla de "santificar el sábado" explica el motivo de su celebración: "Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor te hizo salir de allí con el poder de su mano y la fuerza de su brazo. Por eso el Señor, tu Dios, te manda celebrar el día sábado" (Dt 5, 15). De aquí que el descanso sabático tenga como objetivo la liberación de la esclavitud, y no la inactividad por la inactividad misma: "Así podrán descansar tu esclavo y tu esclava, como lo haces tú" (Dt 5, 14).
La "dureza de sus corazones" pervirtió tanto el sentido de la ley del sábado hecha "para el hombre", que terminó convirtiéndose en el obstáculo principal entre el Médico y el hombre enfermo. Los fariseos, por instrumentalizar la Ley para acusar al "Hijo del hombre", la volvieron un instrumento en contra del hombre: por eso no pensaron nunca en la desgracia de la persona de la mano paralizada, ni se detuvieron a considerar la extraordinaria capacidad terapéutica de Jesús, que sin embargo daban por descontada.
Hizo falta la profunda humanidad del "Hijo del hombre" para restablecer el recto orden de las cosas. Por eso, antes de tomar alguna decisión ante el desafío de los fariseos, Jesús pone las cosas en su sitio, y llama al hombre: "Levántate (el mismo verbo de la resurrección) al medio". Casi por instinto, la reacción de Jesús ante el enredo del planteo legal fue mirar a la persona y ponerla en el centro. Como suele pasar, lo demás fue la consecuencia de esta recta manera de mirar las cosas.
Jesús cura, finalmente, al hombre de la mano seca, pero su activo "hacer el bien" y su "salvar una vida" en día sábado le costaron la vida: en efecto, "los fariseos" se confabularon ya ese día con los "herodianos" para matarlo (cf. 3, 6).
En pocas líneas, Marcos nos pinta al Señor de cuerpo entero, con sus sentimientos y sus pasiones, con su corazón decididamente inclinado por el amor cueste lo que cueste. Jesús, el Hijo que "lleva en el corazón la ley de su Dios" nos enseña a poner siempre al prójimo concreto, y más aún, al prójimo necesitado, "en el medio". Cuando cualquier gran nombre -así sea tan santo como "la Ley", el "sábado" o la "Iglesia", - se interpone entre nuestra mirada y el prójimo, y quita al otro -al hermano concreto- del centro de gravedad de nuestro amor, necesitamos que, apenado por la dureza de nuestro corazón, el Maestro nos sacuda con su "mirada de ira", como a los fariseos de hoy.
El amor concreto a las personas concretas es el santo remedio contra todas las ideologías utópicas, que, si no acaban en nombre de la Humanidad destruyendo al hombre, confirman al menos el refrán de que "lo mejor es enemigo de lo bueno". Jesús, poniendo al hermano necesitado "en el medio" no pensó en las consecuencias de oponerse a las autoridades religiosas y políticas sino en "hacer el bien" y en "salvar la vida". Por lo tanto, la referencia concreta al hermano de carne y hueso será siempre el criterio del amor al Dios cristiano (cf. 1 Jn 4, 19-21).
2 comentarios:
Gracias!
Muy bueno cris! hace mucho no "visitaba" el blog...
Sobre esto del prójimo; creo que es LA clave de la vida cristiana; en la parábola del buen samaritano -otro ejemplo- Jesús nunca busca un responsable de lo que le pasa al tipo que se esta muriendo, sino que él carga esa vida sobre si mismo y se ocupa. Termina diciendo, "vé y haz tu lo mismo", creo que si pusiéramos al otro concreto antes que a nosotros mismo el cristianismo brotaría sin más, seria el vivir ese Amor que Dios tiene por nosotros. Creo que de eso se trata, nosotros lo complicamos mucho; siempre es más fácil criticar y condenar, porque así nos separamos y "nos quedamos tranquilos", el otro no importa "si yo estoy bien y el otro esta mal". Poner al prójimo antes que a uno, que ese sea EL EJE es lo esencial, y sin embargo cuesta.. Pero bueno es el desafió imagino!!
gracias!, te mando un abrazo
fede ibañez
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