“Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota»” (Jn 19, 17). “Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados” (Lc 23, 32).
Estamos acostumbrados, en el viacrucis, a mirar a Jesús solo llevando la cruz. Sin embargo, el evangelista Lucas nos dice que en el camino del Calvario Jesús iba a la par “con otros dos malhechores”.
En la escena de la crucifixión, solemos mirar en primer plano una cruz grande, la de Jesús, y en segundo, casi siempre más chiquitas, más "atrás", las de los ladrones.
Sin embargo, destacando a nuestro Señor con estas miradas -por cierto piadosas-, perdemos de vista que este "ser contado entre los malhechores" (Isaías 53, 12) es parte esencial del abajamiento de nuestro Señor, de su "vaciamiento", de su humildad sin par, esa que lo llevó a hacerse no sólo hombre, sino "esclavo, pasando por uno de tantos" (Flp 2, 7).
Ni siquiera en su humillación Jesús se destacó: también en su calvario Jesús fue "uno más", un condenado entre otros dos.
Ni siquiera en su humillación Jesús se destacó: también en su calvario Jesús fue "uno más", un condenado entre otros dos.
Despojado de todo, Jesús estaba compartiendo así el destino de los últimos de los últimos, los que fueron al exterminio siendo tan sólo un número sin rostro, los pobres a quienes nadie siquiera les dirige la mirada la cara para no tener que verlos, los excluidos a los que las estadísticas mintientes impiden ser siquiera un número que llora...
Esa lógica nuestro Señor ya la había anunciado en su bautismo, cuando hizo la cola como uno más entre los tantos que reconociéndose públicamente pecadores se acercaban al Jordán para ser lavados por el Bautista. Renunciando a cualquier asomo de privilegio y de acomodo, eligiendo la fila de la "última clase" con los que nunca podrán soñar con una tarjeta "VIP" para la vida. Éste es el Rey a quien aclamamos, éste el Señor a quien adoramos, éste el Maestro a quien seguimos.
Creo que en la Semana Santa nos haría bien contemplar un viacrucis y un Calvario "compartidos", como seguramente fueron, que nos ayuden a conmovernos una vez más ante este Dios, que desnudo de toda dignidad, elige incluso en la muerte la suerte anónima y oprobiosa de los más pobres entre los pobres... como un "chorro" cualquiera.
Creo que en la Semana Santa nos haría bien contemplar un viacrucis y un Calvario "compartidos", como seguramente fueron, que nos ayuden a conmovernos una vez más ante este Dios, que desnudo de toda dignidad, elige incluso en la muerte la suerte anónima y oprobiosa de los más pobres entre los pobres... como un "chorro" cualquiera.
3 comentarios:
Qué buena observación. Gracias por este texto.
(Te cuento, aunque no tiene casi nada que ver, que conocimos a una familia que le puso a un hijo el nombre de Dimas, lo cual me pareció siempre muy "fuerte". Como que quedará todo en su vida para resolverse hacia el final (es una forma de decir, no, no está predestinado). Pero si pensamos que Jesús estuvo allí, con los ladrones, qué tranquilo se siente uno, ¿no?)
Estimado Padre:
Es verdad, pero capaz que habría que hacer una aclaración.
Con todo respeto y buena intención.
Hay "chorros" y "chorros"
Uno a su derecha y otro a su izquierda.
No es lo mismo llamarse Dimas que Gestas.
Aunque "chorros" fueran los dos.
Disiento con Ud. Padre. Ni los "chorros" son pobres ni a los pobres hay que colgarles la etiqueta de "chorros". Mire para su Municipalidad, su Gobernación, la Casa Rosada, el Congreso... ahí se va a dar cuenta que los pobres no son precisamente los "chorros".
En definitiva: Jesús murió no por "chorro" sino porque cargó con mis pecados, los suyos, los de los chorros, los de mundo entero, siendo INOCENTE, NO "CHORRO".
En pocas palabras: Jesús murió por AMOR.
Wenceslao Rosso Picot
Zona Rural Mones Cazón
Pehuajó - Pcia. de Bs. As.
Publicar un comentario