domingo, 16 de octubre de 2011

Recen por mí


Este viernes, si Dios quiere, seré ordenado sacerdote. No quería dejar de compartir esta linda noticia, sobre todo, con aquellos amigos del blog a quienes no conozco personalmente.
Como lema de mi ordenación presbiteral elegí una súplica tomada de la Plegaria Eucarística III, pero que hacemos de una u otra manera en cada Misa: "Que él nos transforme en ofrenda permanente". En mi caso, es un fuerte deseo que le pido al Espíritu de Jesús: el deseo de que la vida entregada del Señor que cada día celebramos se traduzca en entregar cotidianamente la propia vida. Que mi vida se identifique con la Eucaristía... Y no sólo yo, sino que cada miembro de la comunidad a la que sirvo pueda, ayudada por mi ministerio, ofrecerse a Dios en favor de sus hermanos en su vida diaria.
Les pido a ustedes que se unan a este deseo, y que recen mucho por mí en este tiempo, para que sea un cura generoso y entregado.

sábado, 8 de octubre de 2011

Ángeles del Encarnado

 «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre» (Jn 1, 51).
Con ocasión de la fiesta litúrgica de los arcángeles San Gabriel, Miguel y Rafael anduve pensando un poco en los ángeles, en su lugar en el plan de salvación, en su culto, y en su actualidad, que oscila casi vertiginosamente entre la obsesión y el olvido.
 
Casi siempre me da la sensación de que los ángeles están hoy como confinados a la infancia. Si se admite que existan -todos recordamos a Jesús diciendo: Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial (Mt 18, 10)-, son "ángeles de la guarda" cuya función -¿o su existencia?- se apaga con la niñez.
En nuestras celebraciones aparecen casi únicamente para las primeras comuniones, eso sí: revoloteando por todos lados ("subiendo y  bajando en todas las direcciones") y con colores vaticanos, estampados en los bancos de la iglesia y pringados en las tortas de la fiesta.
¿Cuál es la misión de los ángeles?

En todo caso, el pasaje del capítulo primero de Juan que la liturgia propone para la fiesta de los arcángeles me parece muy importante. Los ángeles suben y bajan sobre Jesús, el hijo del hombre, como subían y bajaban por la escalera que soñó Jacob (Gén 28, 11-19). La expresión del evangelio -"hijo del hombre"- no es casual: no simplemente el "Verbo" o el "Hijo", sino el hombre Jesús, Palabra hecha carne, es la única escala que une el mundo de Dios y el de los hombres.
Cuando en ámbitos más propensos al esoterismo y la espiritualidad gnóstica se tiende a buscar la mediación de los ángeles independientemente de su relación a Cristo, estos textos cristianos nos advierten que los ángeles están al servicio de Jesucristo (cf. Mc 1, 13; Heb 1, 9-2, 16; Col 1, 16). Esto quiere decir que, en el plan salvador de Dios, las creaturas más "puras", las más espirituales, sirven al Encarnado; los "espíritus puros" son -como para María y para José- mensajeros y sirvientes de la encarnación.
Por eso, creo que en este pasaje del evangelio de Juan que remite a la "escala de Jacob" se nos proporciona la "escala" con que medir la ortodoxia de nuestra espiritualidad. Como los espíritus que vienen de y llevan al Hijo del Hombre, la espiritualidad verdaderamente cristiana tiene que brotar de y conducir a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre. Y es que no ya los "espíritus" creados, sino el mismo Espíritu de Dios, es el gran artista que obró la Encarnación y la Pascua del Logos.
Quizá podemos invocar más la ayuda de los ángeles, para que ellos nos ayuden a no olvidarnos nunca de mirar al encarnado, crucificado y resucitado por nosotros. Y para que también nosotros podamos ser, con su ayuda, "nuncios de la encarnación", misioneros del Dios que por amor quiso ser uno de nosotros.