lunes, 30 de abril de 2012

Un pastor que se deja conocer

En el capítulo 10 de san Juan Jesús afirma que él es el buen pastor. Ésta era una imagen conocida en el pueblo judío para referirse a sus reyes. Sin embargo, coherente con su estilo radicalmente distinto de "los que son considerados jefes de la tierra" (Mc 10, 42), los rasgos del pastor Jesús nos rompen los esquemas tradicionales.
"Yo soy el buen pastor. Conozco a mis ovejas..." Hasta aquí todo va bien. Pero Jesús sigue: "... y mis ovjeas me conocen a mí". La relación de conocimiento entre el jefe y su pueblo es de una perfecta reciprocidad.
Para los dictadores humanos, basta que "el rebaño" obedezca, en todo caso "reconozca" la voz del amo, pero ciertamente no que lo conozca. El conocimiento "unilateral" que el líder tiene de sus súbditos es precisamente una herramienta preciosa de poder y de control. No seré yo quien tenga que convencer a nadie del estrecho parentesco entre el "saber" y el "poder".
Por ello mismo me parece luminoso el hecho de que nuestro Señor ataque el virus perversor del poder allí mismo donde está su raíz: en el conocimiento, la información, el "saber".
Por eso, el Pastor ciertamente conoce bien a sus ovejas, pero en la misma medida se deja conocer por ellas, y esto supone, para el pastor, todo un camino de abajamiento, de "ponerse a tiro" y hermanarse... Un camino de humildad y de sencillez que sólo los que están muy poco temerosos de "perder el poder" pueden encarar.
¿No es el mismo evangelio de San Juan el que nos dice que este mismo Jesús es el "cordero de Dios"?