miércoles, 28 de abril de 2010

¿Qué tan cristiana es la filosofía cristiana? (I)

Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría,
nosotros predicamos a un Cristo crucificado:
escándalo para los judíos, necedad para los paganos;
mas para los llamados (…) fuerza de Dios y sabiduría de Dios."
1 Cor 1, 24

La filosofía cristiana según Étienne Gilson
Étienne Gilson (1884-1978) es sin dudas el gran defensor de la "filosofía cristiana", acerca de la cual tanto se discutió en la década de 1930. Las razones que aquí esbozo suponen a Gilson: están, por así decir, "paradas sobre los hombros de gigante" de su doctrina. Esto vale, sobre todo, para no volver a aducir los argumentos que fundamentan la existencia y la legitimidad de una tal filosofía; pero no quita que podamos, "parados sobre sus hombros", arriesgarnos a dar algún salto.
Supuesta, pues, la existencia legítima de la "filosofía cristiana", hay que decir algo acerca de qué entendía Gilson por ella.
Por lo pronto, no debe llamarnos la atención que Gilson desarrolle largamente esta cuestión en su libro El espíritu de la filosofía medieval: este hecho ya dice que eso que llamamos "filosofía medieval" puede servir de ejemplo para entender qué es para él una "filosofía cristiana".
En esta obra, Gilson se refiere más de una vez a la "metafísica del Éxodo" como la clave última de la filosofía medieval, y más aún, de la filosofía cristiana. ¿De qué se trata? Dice Gilson:

"Para saber qué es Dios, es a Dios mismo a quien Moisés se dirige. Queriendo conocer su nombre, se lo pregunta, y he aquí la respuesta: Ego sum qui sum. Ait: sic dices filiis Israel: qui est misit me ad vos [Yo soy el que soy. Dice: así hablarás a los hijos de Israel: "el que es" me envió a ustedes] (Ex 3, 14). Hasta aquí, todavía, ni una palabra de metafísica; pero Dios ha hablado, la causa ha sido escuchada, y es el Éxodo el que establece el principio del cual estará suspendida, en adelante, toda entera, la filosofía cristiana. A partir de aquel momento, se entendió de una vez para siempre que el ser es el nombre propio de Dios y que, según la palabra de San Efrén retomada más tarde por San Buenaventura, ese nombre designa su esencia misma. (…) Principio de una fecundidad metafísica inextinguible y del cual todos los estudios que seguirán no harán otra cosa que considerar sus consecuencias. No hay sino un solo Dios y ese Dios es el ser: ésta es la piedra angular de toda la filosofía cristiana, y quien la ha establecido no ha sido Platón, ni siquiera Aristóteles, sino Moisés."[2]

Dejemos ahora que él mismo nos explique el alcance de la expresión "metafísica del Éxodo":

"No se trata, naturalmente, de sostener que el texto del Éxodo estaba dando a los hombres una definición metafísica de Dios; pero si no hay metafísica en el Éxodo, hay una metafísica del Éxodo y la vemos constituirse bien pronto en los Padres de la Iglesia, cuyas directivas acerca de este punto los filósofos medievales no han hecho más que seguir y explotar."[3]

De estos textos, se desprende que, para Gilson, la revelación de Ex 3, 14 es decisiva y esencial para la filosofía cristiana. Y es que, de hecho, lo fue. Gilson es un estudioso de la historia de la filosofía, y ha podido constatar cómo ese celebérrimo pasaje en que Dios mismo revela su nombre tuvo para los pensadores cristianos una autoridad sin par, y por eso una influencia enorme.[4]
De todos modos, creo que cabe llevar la pregunta a un terreno meta-histórico, más allá de lo que efectivamente ocurrió en la historia de la filosofía: ¿hasta qué punto puede decirse que la "metafísica del Éxodo" es lo nuclear y definitivo de toda filosofía cristiana? Dicho de otro modo: ¿supone de por sí la noción de "filosofía cristiana" afirmar que la esencia de Dios es el ser, como se sigue de la "metafísica del Éxodo"? Éste es, pues el momento en que voy a separarme de ese grandísimo maestro que es Étienne Gilson, pero no sin su ayuda, dado que, si cabe explotar un poco más la remanida imagen, pretendo usar sus hombros, que hasta aquí me han servido de balcón y soporte, como un trampolín.
Lo haré preguntándole al maestro. En primer lugar surge en mí la siguiente inquietud: ¿qué es lo que hace que una filosofía sea cristiana? ¿Cuáles son, por así decir, el agua y la fórmula capaces de "bautizar" a una filosofía?

"Para que una filosofía merezca de verdad ese título [sc. "cristiana"], es necesario que lo sobrenatural descienda, a título de elemento constitutivo, no en su textura, lo cual sería contradictorio, sino en la obra de su constitución."[5]

Y poquito después dice más solemnemente:

"Llamo, pues, filosofía cristiana a toda filosofía que, si bien distinguiendo formalmente los dos órdenes, considera la revelación cristiana como un auxiliar indispensable de la razón."[6]

Ahora bien -y éste es el meollo de mi objeción-: ¿Puede con rigor decirse que Ex 3, 14 sea propiamente hablando una revelación "cristiana"?
Desde ya, lejos de marcionismos trasnochados, no me propongo decir que el Éxodo esté fuera de la revelación cristiana, que no forme parte de ella. Antes bien, sostengo firmemente que, como el Antiguo Testamento en general, es parte insoslayable de la fe cristiana. Con todo (y sin menoscabo del valor permanente de la Antigua Alianza para la fe cristiana), el Antiguo Testamento vale como uno de los dos Testamentos de la Sagrada Escritura, y no aisladamente, porque la fe cristiana cree que la plenitud de toda la revelación es Jesucristo, y por consiguiente, es en el Nuevo Testamento donde hay que buscar "la verdad definitiva de la Revelación divina".
Ahora bien, no parece que en Ex 3, 14, y menos aún en su lectura filosófica -en la "metafísica del Éxodo"-, estemos frente a una revelación propiamente "cristiana". Si bien Ex 3, 14 integra, digámoslo una vez más, la revelación cristiana (baste pensar el lugar central que en el Evangelio de Juan tienen los "Yo soy" de Jesús, que remiten directamente a él), el proprium cristiano no puede venir sino de la revelación definitiva y plena que es Cristo Jesús, muerto y resucitado.
Dicho esto, da la impresión de que Gilson no ha querido hilar tan fino, y que habla de "filosofía cristiana" y "revelación cristiana" tomando el adjetivo en sentido amplio, y no refiriéndolo a lo específicamente cristiano; y así considera la revelación del nombre divino de Ex 3, 14 como cristiana, aunque no lo sea stricto sensu. De hecho, por momentos, en Gilson se podría reemplazar "filosofía cristiana" por "filosofía creyente" sin más, y en muchos más casos, por "filosofía judía" o "filosofía bíblica". O por qué no, si buscamos ser fieles al autor, una "filosofía del Éxodo".
Ahora bien, estas consideraciones, lejos de aplacarla, agudizan nuestra inquietud original. No siendo la revelación del nombre divino de Ex 3, 14 algo proprie cristiano, ¿cómo sostener, con la firmeza de Gilson, que en la "metafísica del Éxodo" radica la piedra angular, el principio último y definitivo de toda filosofía cristiana?
Creo que la respuesta la sugiere el mismo autor, cuando, como hemos visto[7], confiesa que el desarrollo de su noción de "filosofía cristiana" no provino de consideraciones abstractas sino de la descripción de los modos concretos de filosofar de pensadores concretos de la Antigüedad cristiana y la Edad Media. En El espíritu de la filosofía medieval Gilson se propuso hacer una suerte de "demostración experimental de la realidad de la filosofía cristiana", mostrando, "en la historia, la presencia de una acción ejercida sobre el desarrollo de la metafísica por parte de la revelación cristiana."[8] Gilson, a mi juicio, ha logrado con creces su cometido: es innegable, por lo tanto, el hecho de que en la filosofía cristiana del Medioevo, o si se quiere, en la filosofía cristiana hasta Gilson, la "metafísica del Éxodo" –Dios es el Ser por esencia- fue, la "verdad fundamental".
Sin embargo, es justo matizar su postura y circunscribir sus aserciones sobre la centralidad de la "metafísica del Éxodo" al desarrollo de la filosofía cristiana en un tiempo determinado, y no a "toda la filosofía cristiana"[9] "para siempre"[10].
¿Por qué no pensar en (o soñar con) una filosofía cristiana que tome su nombre no ya de lo revelado en la Antigua Alianza, sino de lo propiamente cristiano?

Notas

[1] El tema de la filosofía cristiana recorre prácticamente toda la obra de Gilson. Con todo, me remito fundamentalmente a los primeros dos capítulos de El espíritu de la filosofía medieval (L'esprit de la philosophie médiévale Vrin, Paris, 2ème. éd. rev., 1948): "El problema de la filosofía cristiana" y "La noción de la filosofpia cristiana" (pp. 1-38), con su excelente "Notas bibliográficas para serviri a la historia de la noción de la filosofía cristiana" (pp. 413-440), no obstante que el tema de la filosofía cristiana es transversal a todo el libro (y reaparece con fuerza en el capítulo final "La Edad Media y la filosofía").
[2] Étienne Gilson, El espíritu de la filosofía medieval, pp. 50-51. Los subrayados son míos.
[3] Idem, p. 50, nota.
[4] Gilson mismo es consciente de esto: "esta noción [sc. de filosofía cristiana] no corresponde a una esencia susceptible de recibir una definición absoluta; corresponde, más bien, a una realidad histórica concreta que ella describe." (Op. cit., p. 33)
[5] Étienne Gilson, Op. cit., p. 32.
[6] Idem, pp. 32-33. (El subrayado es del original).
[7] Ver nota 4.
[8] Étienne Gilson, El espíritu de la filosofíe medieval, p. 38.
[9] Idem, p. 51. Cf. nota 2.
[10] Idem, p. 50. Cf. nota 2.


lunes, 19 de abril de 2010

¿La Iglesia? ¿El Papa...? Habla el Cardenal Martini

No estaba en mis planes tocar el tema, pero me pareció interesante publicar una parte de la entrevista que Gianni Valente le hizo al Card. Martini en el último 30 Giorni. En ella, el gran Carlo Maria Martini, nada sospechoso de "oficialismo", hace -como siempre- reflexiones interesantes y, de paso, se refiere a Benedicto XVI.


[...]
-¿El Evangelio alcanza? Justamente Ud. es a menudo conocido como el impulsor de una Iglesia sin dogmas ni estructuras. Una Iglesia toda humildad y misericordia, sin preceptos.
Card. Martini: Si se piensa en tantas propuestas religiosas que hay en el mundo, para distinguirnos de los otros están Jesús y su Evangelio, y no la pertenencia a una organización con reglas y preceptos. Pero en la fe en Jesús no tiene sentido contraponer Evangelio y dogmas, misericordia y mandamientos [...]. Todo se compagina en unidad en la realidad de la Iglesia, que tiene un aspecto interior y también un aspecto exterior, y por lo tanto comprende también estructuras, reglas, instrumentos de organización. Lo importante es que también estas realidades sean, en lo posible, expresiones de vida interior. Y después, es necesario también distinguir las cosas importantes y aquellas que no lo son. Creo que la Iglesia ya ha hecho una obra de purificación de muchas cosas exteriores que no servían. De todos modos, cuando todavía leo en los diarios que yo vendría a ser el "capo de los progresistas", ahora ya me muero de risa.

[...]
-Estas son semanas de tormenta por los escándalos de la pedofilia. ¿Cómo evalúa estas situaciones? ¿Qué reclamo surge para la Iglesia en estas circunstancias?
Card. Martini: Todo esto, por cierto, puede ayudar a todos a la humildad. Pero valen también las palabras de Jesús: han sido acciones graves, y quien ha escandalizado a los pequeños, sería mejor para él que se le atara una piedra de molino al cuello y fuera arrojado al mar. Esto no quita el hecho de que se nota también una gran hipocresía. Hay una total libertad sexual: la publicidad utiliza motivos sexuales incluso para los niños.

-¿Cómo defender al Papa de los intentos de acusarlo de estos acontecimientos?
Card. Martini: El Papa no tiene necesidad de ser defendido, porque a todos les es clara su irreprochabilidad, su sentido del deber y su voluntad de hacer el bien. Las acusaciones lanzadas contra él en estos días son innobles y falsas. Va a ser lindo constatar cuán estrechamente los hombres de buena voluntad han estado con él y lo han sostenido en su difícil tarea.

[...]
-A menudo se lo hace pasara a Ud. como un fustigador de las insuficiencias y de los límites de la Iglesia. ¿Se reconoce en esas descripciones?
Card. Martini: La Iglesia, considerada en su globalidad, está llena de santidad y de fuerza interior. Los medios se ensañan sobre episodios particulares, pero en todo el mundo hay tanta gente leal, buena, devota, que obra sin ruido. Y yo estoy tan agradecido a Dios, incluso por haber vivido este tiempo. No hubiera querido nunca vivir en momentos como el de la Reforma protestante, o el del Cisma de Oriente, o en el tiempo del Cisma de Occidente, cuando había dos Papas, uno en Roma y otro en Aviñón. Ahora, la Iglesia da una buena muestra de sí misma. Hay límites y falencias inevitables, e incluso éstas entran en el designio misterioso de la voluntad de Dios.

-Entonces no es verdad que su sentimiento dominante sea una suerte de amargura, centrada en la denuncia de debilidades y afanes de éxito.
Card. Martini: Yo le agradezco siempre a Dios por cómo ha acompañado mi vida, por tantas personas que ha puesto a mi lado a lo largo del camino. Digo siempre que Él también me ha visitado. Toda mi vida me ha mostrado que Dios es bueno y le prepara la senda a cada uno de nosotros. He tenido tantísimo, he dado también lo que he podido. Y de veras estoy contento delante de Él.

sábado, 3 de abril de 2010

Oración a Jesús por el don del sacerdocio

A la parroquia Nuestra Señora de Aránzazu, conocida por el pueblo sencillo como "la catedral de San Fernando", se acercan cientos de personas en Semana Santa, con ganas de rezar y de reconciliarse con Dios. Constantemente caminan por el templo personas que se detienen ante las antiguas imágenes del Jesús sufriente, del crucifijo, del Cristo yaciente, y rezan con conmovedora devoción.
Pocas veces sentí tan hondamente como en estos días el deseo de ser cura, y pocas veces tuve tan patente la conciencia de la gracia que representa para todos el don del sacerdocio. La noche del Jueves Santo expresé mi acción de gracias en esta oración.

¡Qué grande es tu amor, Jesús, que no sólo nos diste el ejemplo de tu vida, sino que quisiste elegir a algunas personas para que en todas las épocas y en todos los lugares “sigan tus huellas e irradien tus mismos sentimientos”! De esta manera, nunca los hombres dejamos de tener cerca de nosotros a esos testigos que nos hacen conocer, sentir y gustar tu amor de hermano mayor, de amigo, de buen pastor. Ellos son los sacerdotes, que hasta el día de hoy siguen respondiendo a tu voz que les pide: “hagan esto en memoria mía”.

Vos los llamás por su nombre, y los invitás a que te quieran con todo el corazón, dejando todo para seguirte en una vida de servicio, de entrega y de amor como la tuya. Tus sacerdotes, Jesús, hacen que vos estés presente y cercano a los hombres y mujeres de hoy: nos anuncian tu Evangelio y nos explican tu Palabra; nos hacen experimentar tu amor y tu cuidado perdonándonos los pecados y ayudando a los más pobres y a los enfermos; con los sacramentos, los sacerdotes nos unen profundamente a Vos, reuniéndonos en la familia de los Hijos de Dios. Ellos son “un regalo para la Iglesia y para el mundo”, sobre todo, cuando celebran la Eucaristía, donde estás presente Vos mismo, Jesús, dándonos Vida nueva, y amándonos cada vez hasta el final.

Es verdad que ellos son también hombres, hombres débiles y hombres pecadores, que no saben responder siempre a tu amor, y que no están a la altura de la misión que les encomendaste. Pero justamente en esto, Jesús, es más grande, más increíble tu amor, porque vos no los elegiste porque fueran perfectos, sino porque sí, sencillamente porque los amás. La vida frágil y pecadora de tus sacerdotes es un signo de tu corazón misericordioso. También con sus miserias, los sacerdotes nos hablan de cómo es tu amor: un amor que nunca reniega de nosotros, que ama incondicionalmente, que siempre perdona.