martes, 4 de noviembre de 2014

La bombilla de tío Carlos

A tío Carlos , que en este regalo de Ayacucho
me enseña que mi herencia está solo en Dios.

Unos días antes de que me ordenara de cura, llegó a mis manos de parte de tío Carlos, un hermano de mi abuela, un regalazo: era una bombilla larga y recta, de las llamadas "patria" (que no se tapan nunca), de plata y oro. En seguida reconocí en ella las características inconfundibles de las bombillas de Woolands, el tradicional platero de Ayacucho. ¡Eran famosas! ¿Quién de nosotros no había querido tener alguna vez una de esas bombillas? Pero era algo como propio de los "grandes", de "los tíos"... Mis abuelos, sus hermanos y primos, los de esa generación que había llegado a heredar alguna fracción de los campos familiares en las inmediaciones de Tandil y Ayacucho, ellos casi todos tenían su bombilla de Woolands de plata y con la marca de su propia estancia hecha en oro. Es como que había que ser "patrón" para poder tener una...
Siempre admiré la que tenía Tatá, mi abuelo, con la marca de "El Rodeo" -una letra griega "pi"-, y cuando él murió qué no hubiera dado por heredarla... Pero ni siquiera sé quién se quedó con esa criolla reliquia familiar. 
¡Qué grande fue mi emoción cuando me encontré, más de diez años después, con ese inesperado regalazo...! De hecho, la bombilla que ese día me regaló tío Carlos era prácticamente igual a la de mi abuelo, pero con una diferencia: en lugar de la marca del campo, la querida "pi", tenía el signo de la Cruz.
Desde entonces, "la bombilla de tío Carlos" es mi compañera infaltable en el mate y la oración de cada día.


Y fue recién hace unos días, en un retiro espiritual, que me di cuenta del profundo mensaje que ese regalo tenía para mí. 
Ese día había estado rezando con el salmo 15, uno de mis preferidos:

"Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: "Tú eres mi bien".
Los dioses y señores de la tierra no me satisfacen. [...] 
El Señor es el lote de mi herencia y mi cáliz,
mi suerte está en tu mano.
¡Me ha tocado un lote hermoso! ¡Me encanta mi heredad! [...]"

Dicen los estudiosos que el autor de este salmo fue un levita. En el Pueblo de Israel, los descendientes de Leví eran los encargados de "las cosas de Dios", del culto. Por eso, en el reparto de la Tierra Prometida, "la tribu de Leví fue la única a la que no se dio heredad: el Señor Dios de Israel fue su heredad, como se lo había dicho" (Jos 13, 14). Y por eso no vivían de hacienda ni de cosechas propias -pues carecían de tierra- sino de los diezmos que los demás israelitas destinaban para el culto al Señor (cf. Núm 18, 20). De ahí la oración de este levita, que se confía únicamente a su Dios, sabiendo que nada tiene como riqueza en este mundo sino a Él, y depende solo de Él, porque solo Dios es "el lote que le tocó como herencia".
¡Cuántas veces vibré rezando este salmo, haciendo mías las palabras de ese levita! ¡Qué lindo y qué fuerte resuenan en nosotros, consagrados a Dios en castidad, pobreza y obediencia, estas palabras que la Iglesia nos hace rezar todos los jueves antes de acostarnos! Y -será por esa cosa de familia de herencias camperas- lo que más me conmovió siempre de ese salmo es la imagen de Dios como el lote de campo que le toca a uno heredar. 
Y así, mientras leía y releía el salmo 15, entre mate y mate, me quedé con la mirada fija en la bombilla de tío Carlos que, firme y fiel, enhiesta en el matecito, enseñaba altiva la marca de la Cruz.
Entonces me acordé de que al principio, cuando la recibí, pensé en mis adentros: "lástima que tenga esa crucecita, me hubiera gustado más con la marca de "El Rodeo"... Es demasiado piadoso, eso de la cruz... ¡Si yo siempre, hasta el día de hoy, sigo identificándome con la "pi"! Pero en fin, a caballo regalado...".
Ese día, sin embargo, entendí qué hondo sentido tenía la cruz en mi bombilla. La cruz está puesta en el preciso lugar en que debería estar la marca de la estancia, la marca que identifica el campo que se heredó. ¿Y qué significaría la "pi" para mí, sino entrañables nostalgias del pasado? ¿Qué significaría, si no me va a tocar a mí heredar "El Rodeo" ni ninguna estancia? ¿Qué significaría, si yo de hecho he renunciado a las riquezas y honores de este mundo por seguir a Jesús, mi pobre y humilde Hermano y Señor? 
En cambio, ¡cuánta verdad en este regalo de tío Carlos! ¡Qué profundo signo de lo que soy -más bien, de lo que debería ser- como sacerdote! Solo la Cruz debe ser mi riqueza; sólo Cristo mi herencia, sólo Él mi potrero, mi casco y mi estancia; mi honor y mi orgullo...  ¡Qué lindo que ahora, en momentos de vacilación y de soledad, pueda mirar la bombilla mientras rezo y decirle a Jesús: "mi suerte está en tu mano", porque "solo Vos sos el campo que heredé. No quiero mirar más el maíz del vecino, ni las vacas del de al lado... ¡me encanta el lote que me tocó!".
Y así, el mismo querido tío Carlos que cuando era chiquito me regaló mi primer caballo, me dejó, en una bombilla a primera vista muy "paqueta", una perdurable lección sobre la pobreza, sobre el celibato y sobre la vida consagrada a Dios. Y siento que recién hoy se la puedo agradecer del todo.

7 comentarios:

Juan Ignacio dijo...

Da no sé qué romper el silencio que debería quedar aquí después de esta hermosa anécdota. Un abrazo.

Florencia de las Carreras dijo...

Gracias, p. Cris!!!!!

Isabeloni dijo...

Enmudecí ante esa humilde apreciacion de la realidad que te toca vivir! Que sigas teniendo esos ratos de intim idad con Dios que te señalan donde ie poniendo tus pies al andar!

eduagro dijo...

Muy buena tu meditación .Hay otro sacerdote de tu diócesis que tiene una bombilla igualita ,regalada por Lolo .
Sería bueno que leyera tu blog. Es Adrián Santarelli.

Ricky dijo...

"Solo la Cruz debe ser mi riqueza; sólo Cristo mi herencia, sólo Él mi potrero, mi casco y mi estancia; mi honor y mi orgullo..."
Primo querido, me emocioné con estas palabras, con un "descubrimiento" tan profundo, tan lindo y que, desde ahora, será valioso y cotidiano.
Abrazo grande.

Cristián Dodds (hijo) dijo...

Tío Gualo querido:
Hace diez años, en mi segundo año de seminario, me tocó por primera vez tomar unos mates con uno de los curas formadores. Para mi sorpresa, en su mate había una bombilla de estas mismitas características, como las de Woollands... Pero no podía ser... Sólo atiné a iniciar una pregunta: "¿Y esa bombilla...? -Me la regaló un alumno del Marín a quien yo quería mucho. -¿Quién?, le pregunté. -Eduardo Grondona. Y ahí exploté: ¡Sí, entonces es una bombilla de Ayacucho, de Woollands, los Grondona son mis primos, bla bla!
Ese cura es Santiago Argerich.

Anónimo dijo...

Cris, que bien escribís y relatas. Y que buena memoria. Me encantó. Siempre quise tener una woolands y nunca la tuve, ahora me doy cuenta por que. Abrazo grande. Toto.