martes, 21 de noviembre de 2017

Resistencia cultural


Anoche fui al teatro a ver a Rodrigo de la Serna y el Yotivenco. Hacía apenas unos días que había descubierto que este gran actor tenía su grupo musical. Lo escuché de casualidad en Internet, cantando en vivo en la radio de Pergolini, y defendiendo la vigencia del tango y la milonga, y me pareció que valía la pena apoyar su propuesta. Ciertamente no me arrepiento.



Rodrigo de la Serna no tiene una gran voz. Llega con lo justo, sin técnica, apenas impostando la voz en una que otra sílaba exigente. Pero canta lindo, como quien canta entre amigos en el patio de su casa. No hay afectación de ningún tipo, ni cuando canta, ni cuando habla.
De esa manera, de la Serna le está devolviendo al tango la posibilidad de ser cantado por gente normal, sin los embelecos líricos a los que el género se aficionó casi dogmáticamente después del irrepetible Gardel.
Esta peculiaridad no es un mero detalle, pues a mi ver se inscribe coherentemente en un contexto más amplio: Rodrigo de la Serna retoma la senda que recorrieron Gardel, Corsini y sobre todo Rivero y levanta con orgullo la bandera del cantor criollo, el que, guitarra en mano, sin cambiar de postura ni de traje, pasa del tango a la milonga campera, y del gato cuyano a la chamarrita.
De la Serna no se esconde detrás del actor. Propone música pura. En el escenario, de hecho, casi nunca suelta su guitarra, punteando a la par de los altísimos guitarreros que lo apadrinan. Éstos se lucen en varias piezas instrumentales, tocando con fineza  sus guitarras, que en nada ven distorsionado el prístino sonido criollo. Un guitarrón y tres violas criollas: nada más... Al final, como pidiendo permiso, hizo su ingreso el bandoneón para acompañar unos tangos que cerraron eficazmente el recital.

Me fui con ganas de darle un abrazo, y de decirle: ¡no aflojes! ¡Yo te banco, Yotivenco! O de repetirle las palabras de Zitarrosa que él mismo cantó: "no cambiés nunca de trillo, aunque no tengas pa' fumar". Pero sé que no hacía falta. De hecho, él mismo empezó su espectáculo diciendo: "esto es resistencia cultural" y, después de un instante, mirando a la gente: "Ustedes se ríen, pero es verdad".

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