sábado, 20 de junio de 2020

A doscientos años de la muerte del Gral. Belgrano

Hoy se cumplen nada menos que doscientos años de que Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano murió en Buenos Ayres, ciudad donde había nacido. Vayan para homenajear en su día al Padre de nuestra Bandera unos lindos e ingenuos versos que el sacerdote escolapio Teodoro Palacios, español de nacimiento pero argentino de adopción, escribió para los alumnos de nuestra Patria. Agradezco a mi amigo el P. Javier que de chico los aprendió y recitó en su escuela, y ahora los rescató del olvido. Prueba de las bondades que al corazón han hecho, hacen y harán las poesías aprendidas de memoria. ¡Viva la Patria!
















LOS DOS COLORES

¿Queréis saber una historia
que desde niño aprendí?
Prestadme atenta memoria,
la historia comienza así:

Era una hermosa mañana
de luz y de aromas llena,
limpia, azul, tibia y serena
como una virgen galana.

El azul del firmamento
sintió celos de la plata
de un río, que se desata
sembrando flores sin cuento.

Y dijo el color azul:
¿De qué sirve la blancura
si no le presta hermosura
mi fino y vistoso tul?

Azul es el regio manto
del pabellón de los cielos,
que sin nebulosos velos
muestra a la tierra su encanto.

Doy a la humildad su encaje
y a la ilusión su alegría,
y hasta la Virgen María
se vistió con mi ropaje.

-Calla, calla, no presumas,
que no está bien presumir
cuando hay poco que decir
-murmuraron las espumas.

¿Cómo quieres comparar
con el mío tu atractivo,
si todo el mundo es cautivo
de mi gracia singular?

Blancos son los astros bellos,
blanca la nieve y armiño,
y la inocencia del niño
desparrama mis destellos.

Blanca es la luz que ilumina,
blancas las olas del mar,
los manteles del altar
y hasta la Forma Divina.

El Sol que del cielo oyera
disputas tan enconadas,
lanzando sus llamaradas
arguyó de esta manera.

¿A qué viene el odio adverso
por privilegios mayores,
si los dos sois los colores
más bellos del universo?

Cese, por fin, la querella,
que si unís los atractivos
de vuestros colores vivos
saldrá la insignia más bella.

Y arriba, arriba en la esfera,
como un alado portento,
arrullada por el viento
sonreía una bandera.

Era blanca cual la Luna
que manda besos de plata,
y azul como la laguna
donde el cielo se retrata.

Y dicen que el Sol prendado
de beldad tan peregrina,
de entonces quedó enjaulado
en la bandera argentina.

                                      Teodoro Palacios (1885-1938)

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