miércoles, 27 de febrero de 2008

¿De qué sirve ser bueno?

¿De qué, para qué sirve ser bueno? Una amiga me hizo ayer esta pregunta, pidiéndome una respuesta por escrito. Es interesante... Sin embargo, no me parece que la pregunta por la ultilidad ("de qué sirve") sea una manera correcta de plantear el tema de la bondad. Se me ocurre que la forma más alta de ser bueno es justamente la de quien vive fuera de sí mismo, todo para los demás, en un habitual (y "sano", porque se puede malinterpretar) "olvido de sí mismo". Quien es bueno de esta manera no anda persiguiendo provecho ni utilidad para sí: le basta saber que su amor da vida y alegra a quienes lo rodean.
Y a nosotros creo que para decidirnos por la bondad nos alcanza con la fe en Jesucristo -de la que necesitamos, claro, decir siempre: "Creo, Señor, pero aumenta mi fe"...- En efecto, si él, muerto y resucitado, nos asegura para siempre el amor de Dios -del que nada nos podrá apartar, ni siquiera la muerte- "tenemos las espaldas cubiertas": no hace falta buscar nuestra utilidad o seguridad, porque ya estamos en manos del Padre Dios... ¿qué malo puede pasarnos? Nos queda seguir los pasos de nuestro Maestro, dejar que él nos habite y acompañe con su Espíritu, para poder, como él, "pasar haciendo el bien".

6 comentarios:

Mk dijo...

Genial, Cris. Excelente.
Pero yo quisiera responder la pregunta, porque para mí la filosofía más profunda es la de la simplicidad.

Ser bueno, para mi mismo, sirve para alimentar mi espíritu. Un libro (77 reflexiones) explicaba que cada idea que entra en la cabeza tiende a transformarse en acto. Siempre. Entonces cada vez que soy bueno ha sido porque tuve una idea de bondad que se transformó en acto y que ocupó un lugar vacío que, seguramente, se hubiera ocupado automáticamente con alguna imagen publicitaria forzosa, como ejemplo, buena o mala, pero inducida por otro.

Ser bueno, para los demás (el prójimo) sirve como sirve un ladrillo en una pared. Un ladrillo sólo, cubre, sostiene y existe dando razón a su definición. Dos duplican esta realidad. Sesenta (que no es tanto) ya alcanzan una altura aproximada a la definición de muro aunque delgado, trescientos son una pared.

Ambas caras de la bondad están concatenadas en que yo ocupo mi mente con el barro del ladrillo (mientras menos impurezas más sólido), y ladrillo a ladrillo se levanta la casa.

Lo pintoresco de la imágen de esta iglesia de ladrillos, es que para que funcione tiene que haber aberturas, ausencia de ladrillos. Dios vino a buscar a los pecadores, ausencia de bondad que, probablemente Él quisiera, se albergaran, impuros y agobiados, entre la tibieza protectora de un muro de paz.

Cristián Dodds (hijo) dijo...

Gracias, Mk, me honra tu comentario. Gracias por tu imagen de la Iglesia del final: nos hace bien pensar, amar y construir así nuestra Casa de Dios.
Me gustó el tema de las ideas que "engendran" los actos buenos. Tiendo más bien a pensar que los actos de bondad, más que una idea de bondad detrás, tienen una idea de verdad. Cuando la verdad es verdad, emerge en bondad actual, en amor. Y el paradigma de este dinamismo es (una vez más) Jesucristo, que siendo eternamente el Logos, la Verdad, es a la vez "el amor de Dios encarnado", en palabras de Benedicto XVI.
¡Gracias, Mk!

edumangia dijo...

Sumo un aporte: ¿no será la belleza la que nos haga siempre percibir la bondad del acto y del buen obrar? Justamente uno sigue a la belleza por amor, por enamoramiento, en clave de gratuidad. Ciertamente pocas cosas tan bellas como el obrar (uno lo ve en la vida de los santos y en los gestos de amor cotidianos). Del mismo modo que la obra de arte no responde a criterios utilitarios (o la oración, o en el fondo, las grandes realidades de la vida), más allá del bien buscado, en toda obra buena (y especialmente en las más desinteresadas) emerge la belleza.

Cristián Dodds (hijo) dijo...

Qué BELLO tu aporte, Edu... (juajá)
Tal vez peco últimamente de cristomaníaco, pero tu comentario confirma lo paradigmático de Jesús en esto. No hay acto más desinteresado "ni amor más grande" que el de Cristo en la cruz... Por lo tanto, "no hay belleza mayor que dar la vida".
No pude aún leer a Baltahasar, el genio de estas cuestiones, pero una vez leí un articulito buenísimo de Ratzinger sobre la belleza, en donde hablaba de ese salmo "real" cuya antífona en la liturgia de las horas es "Eres el más bello de los hombres...". Y reflexionaba sobre el hecho de que en Semana Santa ese mismo salmo se aplica explícitamente al Jesús sufriente, con la antífona tomada del siervo sufriente de Isaías: "No hay en él hermosura..."
¡Jesús en la cruz, muriendo por amor, perdonando a sus matadores, es el más bello de los hombres!

Hernán Maurette dijo...

El interrogante es tremendo, Cris; deprime escuchar algo así, ¿no? Me gustó mucho también esta idea de la belleza que presenta Mangiarotti.

Anónimo dijo...

Cris:
Realmente cuando uno es bueno lo hace desinteresadamente, por amor al prójimo.
Jesús nos enseño desde su ejemplo el porque es tan lindo ser buenos;"El paso haciendo el bien".
Al mirar a sus ojos, y reconocer su Amor se encuentra la respuesta al interrogante.