viernes, 27 de junio de 2008

El rostro de Jesús (II)



El "anonimato facial" de Jesús

"Oigo en mi corazón "busquen mi rostro";
tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro." (Sal 26, 8-9)


Todos nos habremos preguntado más de una vez cómo es el rostro de Jesús. Tal vez yo me lo planteo seguido porque casi no hay imágenes de Jesús que me convenzan. El rostro de Jesús es un aspecto esencial de esa genialidad inaudita que es la encarnación, y acaso una de sus consecuencias más sugerentes... En efecto, la cara de Jesús de Nazareth es "el rostro humano de Dios". "Todo un Dios" reside en y se expresa con una mirada, con una sonrisa, con unos gestos humanos únicos, concretos, singulares... ¿Qué discípulo del Resucitado no quiere ver la cara de Jesús?
Y sin embargo si hay algo que el Nuevo Testamento justamente no hace es dejarnos una descripción física de Jesús. ¡Qué misterio! Ningún evangelista recogió tradiciones que nos hablen de cómo era el rostro de Jesús, de cómo era su sonrisa, del color de su mirada. Esa mirada fulminante de amor hondo que encontramos en Mt 9, 9: la que solita hizo que un publicano dejara todo y lo siguiera como hipnotizado...
¡Qué ganas de haber sido uno de los contemporáneos de Jesús, de haberlo visto así, en primera fila...! Pero siempre me consuelo de esta insatisfacción congénita pensando que, a fin de cuentas, al Resucitado no puede nadie reconocerlo de entrada o por su propia cuenta, y que si estuviera allá me pasaría como a la Magdalena, que creyó que era el jardinero, o como a los discípulos, que lo creyeron un fantasma o un caminante mal informado...
Creo que si le preguntáramos a quienes vieron a Jesús el porqué de este silencio nos hablarían de inefabilidad. Si Santo Tomás de Aquino, después de una experiencia mística, quiso en un arranque quemar todas sus quaestiones y quaestiúnculas porque eran como paja comparadas a lo que había visto, pienso que lo mismo les pasaría a los discípulos ensayando una descripción de Jesús... Al final, deben de haber dicho: ¡Es imposible! ¡Es inútil! ¿Cómo atrapar en palabras su mirada? ¿Cómo fosilizar su sonrisa en adjetivos? ¿Cómo congelar la frescura de sus gestos?
Pero también pienso en por qué Dios en su plan revelador no habrá querido dejarnos en su Palabra los rasgos físicos de su Hijo. Y entonces me acuerdo de Mateo 25... Tata Dios hizo que, por la encarnación, el rostro de cada hombre necesitado (y ¿qué hombre no lo es?) fuera también el "rostro divino" de Cristo. La identificación es estricta: "¿pero cuándo te vimos (...)?" preguntan los hombres en el juicio. Y Jesús les asegura que él estaba en cada hermano pequeño: "a mí me lo hicieron".
Por eso para quienes se toman en serio el Evangelio esta pregunta por el rostro de Jesús no tiene sentido. Ellos (pienso, una vez más, en la Madre Teresa) son los "puros de corazón" que "verán a Dios" (Mt 5, 8). Los mismos que pueden de verdad "reconocerlo en la fracción del pan" (Lc 24, 35), y por eso, viviendo en su mismo Espíritu, se parten ellos mismos y se entregan cada día haciéndose prójimos del Jesús pequeño en los hermanos.
No hay tal "anonimato facial" de Jesús. En el rostro de Jesús, Hombre perfecto, Hijo e Imagen del Padre, cabe el rostro de cada hombre, creado a imagen de la Imagen y llamado a ser hijo en el Hijo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy espiritual tus dos artículos: los leí después de imprimirlos hoy, ya sin jaqueca. Ojalá sepa ver siempre con ojos limpios como la Verónica. Beso mamá

alasleves dijo...

me encontré con tu blog buscando la pintura de rembrandt sobre los discípulos de emaús...leí tus entradas de junio 2008 sobre el rostro de jesús... y ya soy tu seguidor en twitter...¡saludos desde el salvador!