miércoles, 3 de junio de 2009

Evocación de las siestas de mi infancia

A mi abuelo Jaime Achával

Miro el techo, tirado en la cama y evoco...
Me acuerdo de la penumbra del “cuarto del fondo”, a la hora de la siesta. La persiana, de tablas de madera oscura, está cerrada, y sólo se cuela un pequeñísimo polvo de luz amarilla, casi sin forma.
Desde la cama, se ve la ventana respirar: esa nada de luz se apaga, cuando pasa afuera una nube; y ahora recobra intensidad, cuando vuelve el sol. Y se vuelve a ocultar... Respiran las ventanas del campo.
Su ínfima claridad es trémula en las paredes blancas y en las baldosas coloradas. Y en esa claridad indecisa y temblorosa adivino la versatilidad de las hojas de eucalyptus que filtran el sol.
La casa está en penumbras. La casa respira. La casa late. Pero la casa duerme sosegada.
Desde el “cuarto de fondo” –tres camas cuchetas- lo que pasa afuera se adivina por la intensidad de la sombra... y por el viento en los eucalyptus, y por el cadencioso llanto de los pirinchos, y por algún toro lejano, o por un mugido cansado, o por las palomas somnolientas.
Hay que estar callado: la siesta se impone. A veces un susurro –un susurro furioso- manda a un nieto al potrero. Se cierra la puerta y, luego, vence nuevamente la siesta de enero.
¿Quién será el primero que con monástico paso atraviese el pasillo y rompa el silencio de la cocina aletargada? Violador brutal de la virginidad umbría, que prende la hornalla y se sienta, aún entredormido, a esperar el mate.
¡Quién me trajera hoy a los oídos el ruido musical de la puerta-mosquitero, golpeándose tres veces en la tarde prohibida! ¡O el chillido de la bomba, donde los desobedientes insisten en jugar... a la hora de la siesta!
Y ya en la galería del olor a jazmín, mate en mano, descanso la mirada en la extensión. ¡Pampa amarilla! ¡Hembra fecunda! Duerme Ayacucho, tendido bajo el sol. El viento hace dar saltos por el parque a las hojas secas. Pega un grito un chimango malhumorado. Dos tijeretas arremeten contra él por el aire, y dos horneros, desde el suelo, alternan sus risas al mirar.
Ya se oyen las puertas adentro de la casa, y la voz de mi abuelo que se acaba de despertar.
Por todo esto que escribo, las siestas son sagradas. La siesta es la hora santa en que no se puede hablar. Hora del sol tenue en los cuartos sombríos y del amado ronquido de mi abuelo Tatá.

Bariloche, 27 de enero de 2002

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Extraordinario como siempre Cris.

un agran abrazo.

Lolo

G. A. D. dijo...

Hermoso relato mi estimado Cristiàn.
Gracias por compartirlo.
Abrazo.

Cris M dijo...

Qué de cosas que se pueden compartir! Qué de cosas que podemos tener en común!Yo me acuerdo de lo mismo; de esos veranos en mi paraiso, en la casa de la playa, con mis hermanos jugando y gritando en el fondo, y el reto "shhhhh, qué el abuelo duerme!!!". Ya de adolescente, compartí mi cuarto de la casa de la playa con mi abuelo, luego de que mi abuela falleciera, y todavia hoy, cuando voy en el verano, me acuerdo de nuestras conversaciones a la hora de irse a dormir, de sus cuidados, de su "que duermas bien hija"... y de todo lo que viví con él, que fue vital en mi vida... Gracias por otro motivo más para acordarme de él. Un abrazo, Cris M

Cristián Dodds (hijo) dijo...

Muchas gracias por las bellas palabras. Especialmente a Lolo, que es un honor que haya dejado su firma en Dios y Ayacucho.

Mk dijo...

Un poema. Una obra de arte, Cris. Estuve ahí, recostado en alguna cama de cualquier cuarto, viendo las manos del sol quebrar las sombras frescas de unas cortinas, el aroma de la humedad, el coloquio de los pájaros, y en el fondo, los sonidos de la vida, Un tractor, lejanas voces altas, alguna actividad inadivinable, las pruebas irrefutables de que hay una vida, y de que esto, apenas, son minutos que Dios nos regala de su Tierra Prometida. Un poema que me llevó hasta ahí, Cris. Genial.
Mk

Anónimo dijo...

Que maravilloso y preciso relato del momento. Emotivo homenaje al querido JA. Abrazo enorme. Chino

Cristián Dodds (hijo) dijo...

Mk. MUCHAS GRACIAS por el olor a humedad... Gracias por ese sentido que faltaba.
¡Chino, gracias por entrar! Y por esa tranquera tan linda...
Te mando un abrazo enorme,

Anónimo dijo...

CRISTIÁN :TU ABUELO SE PARECE TANTO A MI PADRE... QUE SE ME CAIAN LAS LAGRIMAS CUANDO LEI EL ARTÍCULO DE LA SIESTAS SAGRADAS. VUELVO A FELICITARTE POR TU BLOG QUE VEO QUE SE HA ENRIQUECIDO MUCHO CON LOS COMENTARIO DE IOANNES Y DEMAS. UN ABRAZO FUERTE, ISABEL